
A veces sientes que la vida no se mueve.
Que por más que lo intentes, te quedas en el mismo lugar.
¿Y sabes qué? La vida no te castiga… te enseña.
Porque la vida es una escuela.
Y como en toda escuela, si no aprendes la lección, no pasas al siguiente curso.
La gran pregunta no es ¿por qué estoy estancado?
La pregunta real es:
¿Qué no estoy viendo?
¿Qué no estoy aprendiendo?
Y sé que es duro.
Porque duele aceptar que a veces somos nosotros mismos los que nos frenamos.
Duele mirar de frente nuestros errores, nuestras resistencias, nuestros miedos.
Pero… ¿quién nació sabiendo?
El problema no es equivocarse.
El verdadero problema es no querer verlo.
Solo avanzas cuando asumes tu parte.
Cuando dejas de culpar afuera y te preguntas con valentía:
¿Qué puedo hacer diferente?
La pregunta del millón es:
¿De verdad quieres avanzar?
Porque si la respuesta es sí…
El precio que hay que pagar es mirar con honestidad lo que estás haciendo mal.
Y como me enseñó mi maestra:
“Una vez que eres consciente, ya no puedes ser indiferente.”
Hasta la próxima!