
A veces olvidamos lo esencial:
No estamos aquí solo para sobrevivir… estamos aquí para aprender.
La vida no es castigo, ni premio, ni competencia.
Es una escuela sagrada, y cada experiencia es una lección para el alma.
Nada es casualidad.
Todo es causalidad.
Todo tiene un propósito, aunque a veces duela, confunda o no se entienda de inmediato.
Ese error que cometiste… era un espejo.
Esa persona que se fue… era un maestro.
Esa situación que se repite… es una clase que aún no integraste.
La vida no te castiga. Te enseña.
Y mientras más presentes estamos, más claro es el mensaje.
Cada uno va a su ritmo.
Cada quien está cursando un grado distinto.
Pero todos estamos en la misma aula:
la escuela llamada vida.
Así que no te exijas perfección.
No te compares con el camino del otro.
Obsérvate, abrázate y sigue aprendiendo.
Porque mientras estés viva…
El alma sigue evolucionando.
Hasta la próxima!